Fotografía: Priscila Hernández
Escrito por: Wilberth Osorno Villanueva
E l amor lo agarra a uno como un resfriado, por haber expuesto con descuido a la lluvia; lluvia con nombre y apellido, dicho mar. Así, por exponerme con descuido, enfermé de usted. Como agarrado por un aguacero, así me sucedió usted. Sin quererlo. Implacable. Sin ninguna piedad y sin nada que hacerse. Por quedarse en un platicar cinco minutos más de los que perdieron, por acompañarla a usted hasta la parada de su camión, por haberle mirado sus ojos más de la cuenta, por escucharla hablar de política con más atención de la necesidad; como quien se retrasa unos instantes y termina atrapado por una lluvia torrencial, así me retrasé, en usted.
Y ahora me presento, ya pasada la tormenta, con los zapatos deshechos, el traje empapado y un rostro de ligera vergüenza.
Intento ocultar los indicios de mi fiebre, pero ya resultó inútil, los síntomas no perdonan, basta con que pronuncie su nombre y algo me cruza por todo el cuerpo, algo resuena por toda mi sangre; me sobresalta un escalofrío. En el fondo de mí, alguien sonríe ingenuamente por haber escuchado su nombre. En otras ocasiones quiero estar solo, en cama, con las ventanas cerradas y sin luces, no quiero escuchar ni hablar con nadie (do no vueltas), doy vueltas, sin sentido, todo molesta; alguien pregunta en mí si acaso usted me quiere. Un día caminaba por las calles y avenidas mirando las nubes, al otro, las nubes me hieren con un silencio que me recuerda al suyo. Usted llegó como un vendaval y yo olvidé cerrar las puertas.
Reblogueó esto en Trashumante de Polvoy comentado:
La belleza de la simplicidad 😀
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