Ilustración: Mario Guillén
Escrito por: María de Lourdes Pérez Cruz

Al juarismi
Conocí el trabajo de Mario Guillén gracias al post que hizo el Museo Fernando García Ponce-MACAY sobre su primera exposición en la sala ESAY, “Trash Painting Vol. 1” (2016). Recuerdo que las pinturas que expuso me volaron un tanto la cabeza: cada autorretrato contenía algún elemento reconocible de la cultura pop y de referencias tan familiares para mí, como la portada del libro de algebra “Baldor” que tanto estrés me causó durante la preparatoria. La irreverencia de las escenas conjuradas en cada autorretrato me llenó de curiosidad y asombro, porque este tipo de propuestas jóvenes, frescas, relajadas y sin ese aire de solemnidad intelectualizada, son difíciles de encontrar en espacios institucionalizados y tan formales como el de un museo de arte contemporáneo. Inmediatamente le di follow a Mario en sus cuentas de social media.

Legends never die
Uno suele pensar que el Internet es un medio de comunicación y que está “echando a perder” muchas cosas del quehacer cotidiano y artístico. Algunos discursos críticos sobre los “efectos nocivos” del Internet giran en torno a que, quienes lo utilizan, no tienen ningún mérito de creación original. En primer lugar, el Internet no es un medio de comunicación, es una infraestructura armada por el conjunto de redes informáticas descentralizadas que se comunican a través del protocolo TCP/IP. Hay cables y señales de por medio para garantizar que corran los flujos de información. Esta red de redes permite la conexión a la Web, un sistema de distribución de documentos interconectados a los que accedemos gracias a un navegador. Los smartphones y la movilidad de la interconexión de Internet, gracias a frecuencias como la 3G y 4G, han potenciado la inmediatez del contacto y el intercambio de información. Nuestra distancia se mide en las centésimas que caben en un click, en un follow, en un send.

Batman del futuro
El Internet para nada está “echando a perder” nuestras formas de ser y estar en el mundo, mucho menos las de crear. Sería muy ingenuo no pensar que las tecnologías de una época, la que fuera, nada tienen que ver con el desarrollo de los temas, las técnicas y las propuestas del arte de ese contexto. En ese sentido, me parece que Mario y su trabajo son muestra de ello, de que sí se puede innovar y crear a partir de la cultura de interconexión, no del Internet.

Intergalactic painters from hell
No todo se trata de pintura al óleo sobre tela o madera. Mario tiene un proyecto que consiste en una serie de dibujos sobre papel. Se llama The Karl Marx Experience y consiste en una suerte de bitácora, en la que con cierta frecuencia publicaba dibujos que seguían la misma temática: cultura de la TV y la Web. La obra de Mario se caracteriza precisamente por eso, por los memes, los influencers o los íconos de la cultura mainstream de la década de 1990 y principios de los 2000.
Henry Jenkins, iniciando la década de los 2000, publicó un libro importante para quienes estudiamos la cultura popular en medios masivos y medios sociales digitales. En este libro, propuso ya no hablar de cultura mainstream, sino de cultura de convergencia. Para esta nueva categoría se necesitan tres condiciones: cultura participativa, inteligencia colectiva y convergencia tecnológica. Estas condiciones son posibles gracias a la interconexión del Internet, a las hibridaciones tecnológicas de lo digital. La cultura de convergencia, tal y como Jenkins describió, permite a los usuarios o habitantes del ciberespacio ir construyendo sus propias mitologías, creadas a partir de fragmentos ya descontextualizados de todo lo que circula globalmente en el web. Mucho del Fan Art encontró sentido en ello, luego aparecieron los memes y nuevas formas de remezcla y creación.

SONY DSC
Mario es justamente eso, ejemplo de cómo ciertos discursos tecnológicos renuevan los lenguajes y las prácticas del arte. Para nada se trata de remezcla, mucho menos de Fan Art. Su trabajo va más allá, abre precisamente esta discusión sobre la cultura de convergencia, la que ya está internalizada de forma individual fuera de las pantallas del ordenador y el celular. Nuestra memoria, nuestra vivencia cotidiana está plagada de estas imágenes e ideas que hemos ido, de alguna forma, sacando de su contexto original para ir construyendo nuestros propios universos mitológicos. Yo diría que más que universos, mesetas múltiples, inagotables, descentradas e inmediatas, como las pinturas y los dibujos de Mario.

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