
Inktober
Ilustración por: Mario Guillén Ordoñez
Escrito por: Zabé Covarrubias
A café huele esta noche húmeda de reflejos. La luna se convoca en el espejo del sol y calla…
A la melodía de Louis Armstrong, mi voz alcanza el perfil definido de una señal intermitente, agosto lleva tu nombre. Vuelve siempre, siempre vuelve porque quiere volver y sólo vuelve….
Alevosía, omisión, olvido que no fue olvido. Belfos fantasmas disienten el pacto de las horas dentro de las horas, y poco a poco, fuera de ellas se entrelazan para ser más tiempo.
Existe un silencio, evidente silencio, que perla humo de cigarrillos quebrados al son de la memoria, de ecos infringidos en calcas y huellas que se afanan en ocurrirte.
Bienaventurada la oda nocturna que nos dibuja y nos encuentra, desnudos y poco lejanos de nosotros.
Cesó la tormenta, te convertiste en noche y también en tormenta; eres los versos que trazo mientras te pienso; cada letra descifrada de tu ruido, de verbos que se conjugan en una esperanza sutil cuando superas una belleza reeditada.
Soy de agua, palabra mojada, y tú el nexo seco que me calma.
Reclamo la opción de repetirte, de que seas presente y no más la sombra que choca contra la pared que quiebra la luz que te sentencia.
¿Por qué te digo sin decirte?
¿Por qué acudo a este recurso para hacerte indisoluble?
¿Por qué?, dime por qué increpar en medio de un juicio disfrazado.
A veces, sólo a veces, espero, bebo un sorbo elíptico, y la sinonimia del clima me regala tus estaciones, entonces otra vez te encuentro.
Existe melancolía, brebajes que hidratan la orilla de un desespero incontenible y entonces llueve.
La usanza del reloj es lenta, quizá retiene (como puede) algo del blues que exhala cierta soledad perdida. Yo no me pierdo, no ahora, al menos. Hoy me siento yo en tu badén, en la imagen tranquila de ti en mi memoria.
Me permito subvención de tierra, afición empapada con la práctica del agua. Metamorfosis….
Desde el cielo y desde mi altura, gotas de saliva, gotas de ti, amargas hasta los huesos…
Te nostalgio…
Necia, insisto en releerte; tus letras como alivio y pretexto.
Curioso, tengo tempestad ahora que lo pienso, tempestad de palabras, palabras que te convierten en palabras, palabras sin palabras; palabras que no me pronuncian ni me inventan.
El café se termina, Louis Armstrong toca su último fragmento.
Sigo aquí, arriesgando la necesidad de acariciarte, sin importar que me quede en el aire y la caricia llegue sin la labor tibia de tus manos.