La mujer chicana y su poesía

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Escrito por: Andrea Lorena López González

El movimiento feminista, así como el sufragismo en Estados Unidos, se ocuparon de otros asuntos en los derechos de la mujer, pero jamás tocaron con profundidad la cuestión del racismo hacia la mujer de color ni se pronunciaron de manera abierta contra él. En este contexto se ubican la chicana y la negra. Éstas tuvieron que seguir su lucha de supervivencia, pues la mano de la blanca no alcanzó a rozarlas.

Dicho lo anterior, señalo a la mujer chicana como tema de interés y su imagen en algunos fragmentos de un poema realizado por la chicana llamada “La Chrisx”.

La mujer chicana, a diferencia de la mujer americana, sigue en pie de lucha en un lugar donde la cultura dominante de los Estados Unidos la somete, donde no la reconoce como ciudadana más, y donde la mayoría de sus compañeros vive una situación marcada por la pobreza y la discriminación. Por esta razón, se habla de ella, con ella, para ella y se trata de mirar con sus ojos la realidad que la circunda.

Para entrar en materia, el término chicano alude coloquialmente a los mexicoestadounidenses o se emplea para referirse a las personas de origen mexicano nacidas en Estados Unidos (Arriaga, 2013).

El origen del chicano está ligado a la historia, empezando por la Conquista que, con la llegada de los españoles, dio paso a una nueva raza: el mestizo (unión de sangre indígena y española). Con ello, se da la pérdida de raíces indígenas y surge una raza que no había existido antes, en la cual comienzan a mezclarse viejas y nuevas costumbres. Las cosas se complican con la expulsión de los tejanos (nativos mexicanos) de sus tierras por parte de los gringos y que culmina con el tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848 al perder Texas, California, New Mexico, Colorado y Arizona.

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A partir de ese momento la frontera queda delineada y los territorios antes mencionados se convierten en desconocidos para el país al que una vez pertenecieron. Asimismo, los mexicanos que de la noche a la mañana ya estaban en territorio estadounidense, fueron discriminados, abusados y presionados para adoptar la cultura extranjera debido a que ser mexicano, ser chicano, era algo “inferior”. Además, el Movimiento Chicano de los sesenta, a pesar de no ser la única protesta a favor de los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos, representó un grito de aliento para diferenciarse del movimiento americano y del mismo modo, la posibilidad de librarse de las ataduras discriminatorias que sufren a causa de la historia.

Al habitar entre fronteras, la chicana—ella misma como su escritura—se convierte en puente, en esfuerzos continuos por distinguir su propia cultura de la cultura dominante en la cual se encuentra inmersa a sabiendas que jamás habrá compatibilidad entre ambas. Así, lo chicano es una resistencia “ante, dentro y contra” una sociedad estadounidense. Aquella debe ser flexible como el proyecto interminable de la chicanidad. (Joysmith, 2011). La mujer chicana, al estar en este ir y venir de fronteras, es sujeto cuyo carácter chicano no se adquiere por herencia o nacimiento. Lo chicano es una postura cultural y política donde resaltan aspectos étnicos, lingüísticos y raciales de la “otredad”. Más que ser chicano, es algo que se forja y este proceso conlleva asumir lo anteriormente dicho.

Ahora, con referencia a los aspectos de raza y etnia, las chicanas, en contraste con la mujer anglo, se asumen como “mujeres de color” (brown), legado de su origen indígena y su mestizaje. Por esta razón sus intereses son distintos a los de la mujer blanca: la chicana debe enfrentarse a las limitaciones políticas y sociales que se le presentan debido a la cuestión racial. El racismo la cerca, la somete y la subestima. (Aunque es menester recalcar que en esta opresión participan otros factores que la vuelven más compleja).

Su escritura no sólo la representa a ella, sino a toda su colectividad. Su voz toma aire confesional y las imágenes de la mujer en su obra poética no pretenden ser necesariamente positivas. Su objetivo no es mostrarse ejemplar, sino darle voz a las “formas desacreditadas o devaluadas en la literatura mainstream (mayoritaria) angloestadounidense y elegir recuperar géneros legitimados en la literatura y el imaginario latinoamericano y mexicano” (Joysmith, 2011, p. 21). Su poesía está relacionada con la realidad y toma estrategias para resaltar un lenguaje donde lo chusco, la ironía y la parodia tienen lugar. Para mostrar ciertos aspectos de la poesía chicana, cito fragmentos del poema “La loca de la Raza Cósmica” (1978) de la referida autora “La Chrisx”. Dicho poema se ubica en el libro Cantar de espejos: poesía testimonial chicana de mujeres (2011), el cual utilizo como una de las fuentes para esta ponencia.

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…Soy la que echa chingazos por su Raza
soy el grito: “Chicano Power!”
soy los botones que dicen United Farmworker
soy la Mexican flag
Soy la madre (el esclavo) de mi padre,
de mi hermano, de mi esposo,
Soy la comida en la mesa cuando llegan
del jale
soy la que calienta los TV dinners
soy tamales en Navidad…
(p.86)

Como principio básico del feminismo, la mujer chicana parece ser consciente desde qué punto de vista está hablando. La temática de este primer fragmento representa la supervivencia cotidiana, no obstante, hay una antítesis entre los versos citados al retratar los quehaceres domésticos, su papel de madre y de esposa, y el dominio que el hombre ejerce sobre ella, en oposición con su participación política al asumirse como chicana, al ser defensora de los suyos, de su raza, al igual que su papel activo en los asuntos laborales y sindicales al mencionar a organizaciones como United Farmworker. Con ello, la chicana, voz de su comunidad, ofrece una mirada de doble moral donde no abundan las visiones positivas y modélicas de ella, aunque también esta contradicción se pueda tomar como estrategia de “sello femenino”, es decir, la mujer “esclava” y ama de casa: imágenes irónicas y chuscas de los estereotipos construidos alrededor de ella. Es por ello que, el feminismo americano, preocupado por construir una imagen ideal de mujer incluso en obras literarias, resulta inoperante para las estrategias utilizadas en la poesía chicana.

Insistiendo en la imagen de la mujer, desde una perspectiva masculina y de la paternidad literaria, la escritura de la mujer chicana no está subordinada a un falo como pluma para crear pensamiento propio (Gilbert y Gubar, 1998). En este caso, los versos no son resultado de cualidades masculinas. La chicana, ejemplo de creatividad femenina, es autora de sus propios escritos y por lo tanto, posee autoridad (poder) para dar vida a los personajes que surgen en su obra, de la misma forma que para quitarla. Le son propios. Más aún, al ser considerada “guardiana de la cultura” no sólo cambia aquella, sino que al ser (ellas) fronteras, introducen en la cultura nuevas visiones, lenguaje e imágenes con valores heredados. Ella también puede ser considerada una Diosa, una engendradora de nuevas visiones en su panorama cultural. Ella rompe con creencias masculinas en las cuales leer y escribir son “enemigas de las características femeninas”. Es la chicana su propia pluma y desde la cual escribe a través de sus experiencias donde muestra su frustración, dolor, ingenio, rebeldía, fortaleza y por supuesto, su humor.

Conviene destacar las imágenes extremas que se han formado alrededor de la mujer y de las cuales surgen estereotipos de ella. Estas imágenes, la mujer “ángel” y la mujer “monstruo”, suponen una duplicidad en el carácter femenino con cierta naturaleza en cada una de ellas que se ocultan mediante “máscaras míticas”, impuestas por los escritores masculinos sobre el rostro de la mujer (Gilbert y Gubar, 1998).

La chicana no representa a la mujer “ángel” ya que, al asumir una postura de resistencia, es todo menos ignorante de su entorno y situación, tal y como sería un ángel bello contemplándose a sí mismo. Es consciente de las situaciones que la rodean histórica y políticamente. Menos aún se encuentra muerta, no es un modelo de plástico que se pueda manipular. Su discurso se mantiene vivo al ser repetido una y otra vez en la voz de su colectividad, en el cual se transforma a la vez que los representa. Al mismo tiempo, la mujer chicana no es mujer “monstruo”, el concepto no la alcanza porque al ser una “mal hablada, sin pelos en la lengua”, no teme caer en el juego de control del hombre. En contraste, si la mujer monstruo es la mujer que escribe cuya forma no es armónica ni completa, entonces por estos supuestos se puede tomar a la mujer chicana. Ella misma toma como símbolo a Coyolxauhqui (diosa que junto a sus cuatrocientos hermanos planeaba matar a su madre Coatlicue al quedar embarazada de Huitzilopochtli), desgarrada, rota para luego volver a reconstruirse a través de la escritura y de las transformaciones que haga en la cultura. Este último punto, cabe aclarar, se refiere a la corporalidad, no a la intelectualidad. De este modo, la duplicidad de la mujer “ángel” y la mujer “monstruo” no funciona en ella, pues son imágenes que ninguna de las dos puede llenar al presentarse una imagen particular de la chicana y al crearse ella misma como personaje en su obra.

Sus discursos por momentos parecen afeminados, y luego se entiende que no toma la postura de un hombre, sino que una vez más, en su palabra se encuentran estrategias para mantener a raya géneros del imaginario latinoamericano.

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…soy la A.A
soy la clínica de metadona
soy la que está bajo tratamiento psiquiátrico
soy la que saca fuerzas desde mero adentro de
mi alma chicana
soy alguien que comprende
Soy vende drogas
soy limpia
soy la que anda sermoneando…sin escuchar
lo que digo…
(p. 88)

En este fragmento, aparece no sólo el discurso de la mujer chicana, sino los señalamientos y prejuicios que se han construido alrededor de ella y su comunidad (sean hombres, mujeres, etc.) por representar a una raza inferior. Los encabalgamientos resultan interesantes ya que cambian el sentido de los versos proporcionando pausas para que sean entendidos de cierta manera o son utilizados para dar énfasis a la prolongación de siguiente verso. También la afirmación “soy” demuestra el hecho de asumir múltiples facetas en su persona sin olvidar el pronunciamiento político del cual participa. Toma cada uno de los discursos que se le son impuestos porque sabe que forman parte del juego proveniente del poder hegemónico que modifica y re-construye.

La poesía chicana tiene estética, reglas y formas para darse a conocer. La cuestión del lenguaje se abordará enseguida.

Si la voz de la mujer chicana es resistencia hacia la cultura dominante entonces no es de extrañar que haga uso del lenguaje para manifestar dicha postura. El español que recuerda la voz de la madre, la familia, las tradiciones y el hogar, es rebajado frente al inglés que se utiliza de manera estricta en el sistema educativo estadounidense. Así, el español se convierte en “lengua-resistencia” cuya presencia en la literatura chicana intenta alterar el orden del lenguaje público (el inglés) hasta provocar una crisis y convertirlo en algo perverso. Existe en ella variedad lingüística porque se encuentra en medio de la cultura mexicana y cultura americana donde no se identifica completamente como lo uno ni lo otro. Así, utiliza el Spanglish para manifestar esa fragmentación, su literatura es el lugar en el cual busca reconstruirse de modo constante.

Soy el catecismo
soy la Holy-roller
soy la que nunca puede levantarse para ir a
misa en domingo
soy la que pregunta si de veras existe Dios
soy la Virgen de Guadalupe
(p.88)

Aunque distingue su raza, lenguaje y etnia en un lugar extranjero, la mujer chicana siempre está en continua transición. No tiene un lugar fijo ni estable. Ella “es un cruce de caminos”. De ahí que, a pesar de haber sido despojada de su territorio, se llevó consigo sus tradiciones, mitos y leyendas. En este fragmento, el ferviente catolicismo del mexicano está aún presente en espacios extranjeros donde la religión es otra. El desplazamiento no es obstáculo para que personajes históricos, míticos y en este caso, religiosos como la Virgen de Guadalupe, lo separen de sus rasgos culturales, al mismo tiempo que, coloca estas figuras en suelo estadounidense para dotarlas de un nuevos sentidos y representaciones. A esto último, García Canclini (1989) llama “desterritorialización” y “reterritorialización”, es decir, “la pérdida de la relación ‘natural’ de la cultura con los territorios geográficos y sociales, y, al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales, de las antiguas y nuevas producciones simbólicas” (p. 8). Con respecto a la chicanidad, el hecho de haber sido privados de su territorio, no implicó pérdida de legado cultural (desterritorializar), sino que logró trascender a territorios distintos, a la vez que, al conservar tradiciones y costumbres y ubicar personajes culturales en otros espacios, dio lugar a la reterritorialización de ellos.

La literatura chicana, está escrita y producida en inglés, la lengua del blanco, por una parte, para acceder al mercado y darla a conocer. Y por otro, los textos contienen palabras en español para desafiarlo por medio de su legado chicano. Incluso, la alteración del orden puede apreciarse en la estructura de los versos del poema comentado en esta ponencia, pues éstos no responden a una sangría fija o métrica exacta ni las distintas tipografías que utiliza. La última se debe a que siendo el poema una traducción al español, corre el riesgo de perder aquella diferencia que tanto se empeña en distinguir.

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Entre las estrategias que utilizó la escritora Claire Joysmith, encargada de editar el referido libro Cantar de espejos: poesía testimonial chicana de mujeres, para traducir algunos poemas de las mujeres chicanas y entre los cuales se encuentra al que se hace alusión, se conservan en cursivas las palabras con resistencia a ser traducidas, así como escasos marcadores enfáticos y se indica con otra fuente la presencia de palabras en español puestas en el texto originalmente hecho en inglés.

Las escritoras chicanas, además de hacer uso de la palabra, también son traductoras que deben enseñar a sus lectores cómo leer de forma adecuada las estrategias lingüísticas que usan en su poesía y literatura. El público de la literatura chicana es de algún modo privilegiado pues se necesita saber de antemano un marco teórico para entender la posición desde la cual hablan y un manejo de español e inglés para entenderlo.

Por último, tal y como ocurrió con el término ‘queer’ que en sus inicios se utilizaba para referirse a la otredad, lo abyecto y lo todo lo que no encajaba dentro de un sistema, el proyecto de la chicanidad, se transformó luego, en la bandera positiva y con orgullo que muchos portan. De forma similar, el mestizaje, antes oveja negra, toma una nueva conciencia ante las mujeres chicanas. Es gracias a la escritora chicana Gloria Anzaldúa (1942-2004) que la ‘nueva mestiza’ se convierte en un espacio para darle significación distinta a la historia y a la propia subjetividad. El mestizaje se transforma “en un refugio de identidades múltiples” tal como el espacio social en el cual habita y un panorama privilegiado desde el cual mirar.

Para concluir, la imagen de la mujer chicana es particular y no corresponde de manera total a los temas vistos páginas antes. La poesía es uno de los espacios donde la mujer chicana puede moverse con más libertad ¿qué es la poesía sino algo tan flexible como el proyecto de la chicana? En ella se mofa, resalta sus abusos, su opresión, la de sus compañeros; asume los estereotipos de la mujer para luego exagerarlos, ironizarlos y por últimos desarticularlos. Los discursos de opresión van a la par con las transformaciones que ella ha alcanzado en su lucha de resistencia cultural y lingüística. Su interminable proyecto se actualiza cual reacción hacia la cultura americana. Desde los límites territoriales participa en el cambio cultural a partir del contacto entre mexicanos y estadounidenses. Por un lado, modifica su legado para readaptarlo en su espacio de fronteras; y por otro, se alimenta de la cultura foránea que la enriquece con nuevos rasgos culturales. La imagen de la mujer chicana que se representa es audaz, con doble moral, privilegiada por ser mestiza que continúa escribiendo para ser conocida no sólo en el extranjero, sino en el lugar que una vez ella llamó hogar: México y todo ello con el fin de ser siempre puente entre los bordes de su cuerpo.

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Bibliografía

Arriaga, M. I. (2013). Construcciones discursivas en los márgenes: resistencia chicana en Borderlands/La Frontera: the New Mestiza, de Gloria Anzaldúa. Anuario de la Facultad de Ciencias Humanas. Volumen 10, No. 2.

García Canclini, N. (1989). Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. México.

Gilbert, S. M., & Gubar, S. (1998). La loca del desván: la escritora y la imaginación literaria del siglo XIX. Madrid: Cátedra, 1998.

Joysmith, C. (Ed.). (2011). Cantar de espejos: poesía testimonial chicana de mujeres. CISAN-UNAM, Universidad del Claustro de Sor Juana.

Pulido, E. M. C. (2003). Feminismo chicano: raíces, pensamiento político e identidad de las mujeres. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. México. Reencuentro. No. 37.

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Escrito por

Revista de Literatura, Arte y Humanidades editada por la Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo. Ha publicando periódicamente del 2002 a la fecha.

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