Al borde de la muerte. Entrevista a Voldemort

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Alpie, Manos a la Letra

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Fotografía:  Linda Xu
Escrito por: Itza Andrade 

En el espeso Bosque Prohibido, sólo se oye el crujir del fuego y las hojas incesantemente aplastadas. El frío de la noche es intensificado por la presencia de los dementores. Las viejas telarañas de Aragog, la gigantesca araña de Hagrid, fueron abandonadas por sus descendientes para pelear en esta pausada batalla. El Señor Tenebroso se pasea impaciente por la llegada del único mago que puede impedirle apoderarse del mundo.

— Es un cobarde—sentencia Bellatrix Lestrange, su más ferviente seguidora, cuyo pálido rostro tiene un poco de sangre. Voldemort no voltea a verla, no ve a nadie: sus rojos ojos están fijos en la profundidad del bosque, en el camino por el que adivina Harry Potter aparecerá en los próximos minutos.

— Vendrá—afirma sin dejar su caminar. No hay quien le discuta. Ninguno habla: tanto mortífagos como los dos gigantes guardan un impenetrable silencio. Pueden morir por contradecirlo o por solo respirar; sólo aquella mujer de negro y blanco cabello, pariente de los Black, fue lo suficientemente valiente, o demente, para comentar.

Su cabeza y sus manos parecen flotar por ese típico atuendo negro con el que todos lo visualizan. Sus ojos resplandecen de cuando en cuando, reflejando su falta de paciencia y su arrogancia. Su sombra es alargada por la fogata en medio del claro. La varita jamás abandona su mano derecha, aunque no la tenga firmemente agarrada, sino abrazada con el meñique y el dedo del corazón mientras que con el resto de la mano la presume, triunfante de que sea suya la Varita del Destino.

— Es su natural lugar conmigo. De ningún otro puede ser—comenta viéndola con una torcida sonrisa, seguro de que todo está a punto de inclinarse a su favor. —Correcto, —dice deteniéndose—puedes preguntar en lo que termina la hora.

Toma asiento en una negra silla de mármol frente a la flotante jaula mágica, donde mantiene a su adorada serpiente Nagini a salvo de cualquier daño. Sus blancas manos se pliegan sobre la Varita del Destino. Sus ardientes ojos me miran expectantes y calculadores: cualquier pregunta o comentario que no le agrade y no se sabrá más de mí.

— Ninguno de sus seguidores realmente conoce el extraordinario alcance de sus habilidades—alabo para obtener respuestas—, escuché que tenía un asombroso control sobre éstas desde los once años.

— Es verdad, —tuerce el labio en una sonrisa orgullosa—desde joven podía mover objetos con la mente, controlar animales y a otros niños, hacerles daño si me hacían enojar—murmura amenazante sabiendo el efecto que tiene su sibilante voz en los demás—y hablar parseltongue.

— ¿El parseltongue fue la clave que le hizo descubrir que usted es el heredero de Salazar Slytherin?

— Fue mi primera pista: nadie más tiene esa habilidad, pero al investigar sobre mi familia durante mis años en Hogwarts como estudiante descubrí el nombre de mi madre y, por lo tanto, mi linaje directo con Salazar Slytherin.

— Los Gaunt, ¿correcto?

— Estás informada—dice con ese resplandor ocular tratando de averiguar qué tanto había logrado desenterrar.

— Sí, mi Señor, —afirmo con aparente calma: no puede saber que conozco su verdadero nombre y origen—una maga sin conocimiento, ante usted, sería una ofensa imperdonable.

— Y merecedora de muerte—sentencia con esa chispa malévola en su mirada imaginando a Nagini alimentarse de mi tibio cadáver en caso de que supiera demasiado.

— ¿Cómo conoció a Nagini? —dije observando a la flotante creatura.

— Durante mi forzada y temporal ausencia en Albania. Ella me mantuvo con vida mientras conseguía volver.

— ¿De ahí el parecido que ahora tienen?—dije señalando mi nariz, refiriéndome tanto a su brillante calva como a los dos orificios que usa para respirar.

— Efectivamente: con su leal servicio relució mi verdadera forma.

— ¿Qué fue lo que hizo para mantenerlo vivo?

— Bebí el dulce néctar de su veneno combinado con sangre de unicornio—dice relamiendo sus labios mientras se regocija en la impresión de sus súbditos.

— ¿A qué sabe?

— A caliente pureza corrompida con un toque agridulce

Antes de poder hacerle otra pregunta, llegan al claro los mortífagos Dolohov y Yaxley. Los ojos de Voldemort los miran en esa combinación de calma y prepotencia.

— No hay señales de él, mi Señor—dice Dolohov.

Su tranquilo porte no cambia. Lentamente toma su varita.

— Mi Señor-

Con una mano calla a Bellatrix. Ella se le queda viendo fascinada, como una adolescente enamorada platónicamente.

— Pensé que vendría—dice Voldemort con la vista en las flamas danzantes—Esperaba que viniera.

Nadie habla de nuevo. Voldemort se levanta delicadamente, observa cada detalle de su varita.

— Al parecer…me equivoqué.

— No lo hiciste—dijo Harry Potter bastante fuerte.

Al instante los súbditos ríen, lloran y se asombran, mientras Voldemort mantiene fija su posición sin perder ningún movimiento de Harry Potter aproximándose. Hagrid se lamenta mientras comienzo a retirarme de la escena, despacio para que no me noten.

— Harry Potter—escucho a Voldemort decir con su aguda voz—El Niño Que Vivió.

Al breve silencio le sigue una luz verde y una fuerte caída, tan sonora como si hubieran sido dos. Segura entre los frondosos árboles del Bosque Perdido, inexplicablemente, el frío aumenta.

 

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