Ilustración: Annie Spratt
Escrito por: Luz María Cortez Moguel
Hablaron como quien se pasea en la superficie del mar en calma, sin intuir la verdad tempestuosa en la quietud. Vivir en el mundo implica perderse en la profundidad de lo no pronunciado, para amar irremediablemente el hálito intangible que alimenta y sostiene la efímera y encantadora esencia humana… Elogiaron el poder del astro que hace germinar la tierra y da vigor al espíritu; el que da abrigo al mendigo con la bondad inherente a su naturaleza y en el sutil entretanto que alberga la inefable riqueza de lo posible, la antítesis me impulsaba a pensar en ti; motivo y origen de la actividad solar, quien hincha el mar hasta hacerlo salir de sí mismo, abandonar su pasividad y enarbolar la fiereza que conduce a la fragmentación, cántico vital en que se solazan las creaturas marinas para sumergirse luego en un pasado a repetir; inspiración del poeta y sus ojos ahora inseparables de ti, como su alma… Por las noches iluminas lo mismo el mar, que el desierto infinito; la ciudad—esa cárcel–, y desde ellos o desde ti, el ensueño envuelve a beduinos, pescadores y reos desorientados, esperanzados, desolados. Sabes de la magia en el silencio misterioso; de la humildad callada que induce, inocente, a la búsqueda de lo inalcanzable en que el espíritu se moldea, en confrontación; en la cruenta lucha inaudible que lo torna único, hermoso, indómito, pleno en el Ser.
Sirenas, estrellas, caracolas, camellos, beduinos y obstinados caminan contigo escondida, como un amuleto en el bolsillo; mágica luna, conjuro contra el olvido, motor de la ola y del poeta; inalcanzable, terrible, silenciosa, verde luna. Si el sol emerge cada día, es por ti, que nunca respondes al reclamo y haces nacer la vida a partir de la negación… Mientras el día transcurre alumbrando rostros de sol, los filósofos piensan en tu luz, verdad traslúcida en el silencio dialéctico. De tu mano van la esperanza y la aspiración.
Mi memoria está anclada en la noche estrellada, tendida en el eco del mar que repite tu elogio en la soledad de la arena… Todos se marcharon, excepto yo.