Literatura y cine, conciencia de sí

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Alpie, No. Conmemorativo

Al Pie de la LetrKAYLEIGH MARTIN

Ilustración por: Kayleigh Martin Esquivel
Escrito por: Diego Torres Piña

Cuando pienso en la potencia estética de la literatura y el cine, pienso en escenas que he vivido y me han hecho reflexionar sobre la forma en la que éstas pueden evocar a nuestra experiencia y referentes culturales. De este modo vienen a mí dos momentos: el primero es cuando leí aquella obra de Kafka, Carta al padre. Aquel librito había llegado a las manos de mi madre, ella no pudo terminar de leer porque el llanto invadía sus ojos. El segundo momento, con el mismo resultado, vuelvo a recordar a mi madre: ella baja las escaleras del cine en una plaza comercial de Cancún luego de ver la Pasión de Cristo, conteniéndose.  Aquí lo importante es traer a la luz la reflexión de esas lágrimas. Iré explicando.

Menciono los acontecimientos de mi madre porque el libro y la película trajeron a su presente todo el peso de su experiencia: sus relaciones familiares, su formación y atmósfera en la cual creció. Ilustremos mis dos recuerdos en la literatura: muy atrás en el tiempo,  al canto VIII de la Odisea de Homero, demos un gran salto y lo veremos también en Concierto Barroco de Carpentier. Odiseo rompe en llanto al escuchar a Demódoco cantar sus hazañas cuando el rey Alcino lo recibe con una gran cena. El Amo, personaje de la novela de Carpentier, llora ante la ópera que ha montado Vivaldi, justo cuando canta Moctezuma la caída de su civilización. Esta reacción ante el canto del aedo y la escenificación de la ópera, Aristóteles la llamó catarsis. Los dos escuchas se comprometen al momento de la ejecución, así lo observa Fernando Romo sobre el primer ejemplo. Ante los vehículos del arte (literatura y cine) mi madre alcanzó un compromiso similar al de Demódoco y Moctezuma con su auditorio. En nuestro caso, con la experiencia de la lectura del libro de Kafka y la proyección cinematográfica.  

Tenemos dos soportes: el libro y la película. Para encararlos, recurro al texto de Alfonso Reyes titulado Las nuevas artes, donde ve en el cine el porvenir de la epopeya. Detengámonos en esta observación. Como buen helenista, Reyes menciona tres formas de atacar la realidad: la lírica (en prosa y verso), la épica-novelística y la dramática (otras serían la música y las artes plásticas). Estas formas de atacar la realidad responden a una forma de entenderla. La idea la traigo porque así como el paso de la oralidad a la escritura marca un cambio sustancial en el conocimiento, con la Modernidad, la imagen cinematográfica y las nuevas tecnologías también han hecho lo suyo desarrollando nuevos, en palabras de Reyes, “agentes de comunicación humana”. Ya el ensayista mexicano ve en la cinematografía un arte de síntesis donde se fusionan esas tres formas de atacar la realidad que ya he mencionado. El cine es un arte de espacio y tiempo, de movimiento como la danza, con un dominio pleno de la dimensión visual y sonora. Domina el lenguaje de la luz y aunque guarde silencio, puede proyectar ideas y estados de ánimo… Imaginemos el susto que sintieron los primeros espectadores del invento de los hermanos Lumiere, cuanto asustados, de repente se les apareció un tren en marcha justo enfrente. Añadamos a ese elemento de asombro el desarrollo y perfección de su lenguaje, su técnica y su forma para contar historias y jugar con el tiempo. Estamos ante una nueva experiencia estética. Ahora imaginemos ir a una sala de cine en 1920, estar frente a la pantalla en la oscuridad para ver correr el film. Esta experiencia nueva debe ser equiparable, con sus respectivos cambios de horizonte, al “decir excelente” del poeta en la antigüedad o a la representación de una tragedia ática, si vemos a ambas como medios de trasmitir la cultura y de presenciar la experiencia estética. Esta afirmación sólo abarca la relación entre el objeto artístico y el sujeto que contempla, terreno de la Estética. Tanto el cine y la literatura han creado su propia forma, su propio lenguaje, eso es innegable. La palabra para el poeta es el encuadre para el cineasta, su elección nos expresará una idea, un sentimiento, nuestra capacidad de crear, como observa Romo, cosas perdurables por medio del arte.

La película de Mel Gibson me permitirá seguir la reflexión. Se inserta en la tradición religiosa ya que cuenta los últimos días de Jesús entre los hombres. La forma cinematográfica toma un material de mucha resonancia en Occidente, mi madre sabía esa historia antes de entrar a la sala de cine y ver tal representación. Si recordamos las diferentes expresiones del patetismo, Beltrán afirma que Jesús de Nazaret es un héroe de la cultura escrita, así como Aquiles lo es para la cultura oral. ¿Por qué menciono esto? Porque el problema que surge con la figura de Cristo, nos abre la brecha para entrar a la identificación que ha experimentado mi madre en mis dos recuerdos. Siguiendo a Beltrán, Cristo es un personaje épico pero trasplantado al mundo histórico, no le basta el respaldo de su linaje y tiene que alcanzar el reconocimiento de los demás por medio de sus actos. Hablo de los valores de la otredad que desplazan a los dinásticos. Esos valores ajenos, “de otro para otro” (los que representa Cristo y la Iglesia) son los que mi madre identifica, es la herencia cultural que le ha dejado mis abuelos, y con ellos lleva su vida.  Y tenemos la sucesión de secuencias de Jesús sufriendo en carne propia por la humanidad, perdonándola. Ante tales escenas mi madre se reconoce y se desborda. Mismo caso con el libro de Kafka: trae a la memoria la evocación de momentos en la infancia, las imágenes golpean su conciencia individual y reafirman su existencia, el trazo que ha ido formando como su identidad. Los dos vehículos del arte han llegado al mismo resultado. Literatura y cine, pensando el último más allá de la película citada, sino en su capacidad creadora; alcanzan esa senda de libertad de la que habla Romo parafraseando a Hannah Arendt: “capaz de producir imágenes que nos muestran como desde fuera de nuestra sombra”. Ese llanto —el de Odiseo según Romo— indica que la conciencia engendra conciencia de sí: vernos fuera de nuestra sombra. Reflexionar sobre estos momentos en mi memoria señalan los hechos frente hacia ciertas representaciones, su estricto análisis le corresponde a teóricos y críticos. Lo que se desata en el Amo, en Odiseo, en mi madre, es su pathos (sentimientos). Con su respectiva materia y forma, el libro y la película trajeron esa reacción emotiva.

El mundo histórico ha visto pasar diferentes formas de atacar la realidad. Hoy el libro impreso sigue dando la batalla ante otros formatos de lectura. El acto de leer una página se enfrenta ante la inmediatez de la imagen a 24 cuadros por segundo. Reyes advierte que en su tiempo se dijo que la Radio sustituiría a los libros, también que la televisión al cine y hoy vemos otro tipo de plataformas online que nos hacen tener acceso a contenidos de una manera más rápida y parecen desplazar a las formas tradicionales de distribución y consumo. Frente a nosotros la producción audiovisual, como agente de comunicación y estético, nos brinda una poderosa forma de transmitir la cultura, y nuestros más profundos ideales. Es una forma distinta de atacar la realidad que entra en diálogo con otras, teniendo como resultado una gran capacidad de proyectar lo que uno imagine con los medios suficientes. La expresión artística es abierta, más allá de mi horizonte, quién sabe qué obras dará el tiempo. Pero convendrá estar siempre atentos, leer y tener en cuenta lo que escribió Reyes hace unos años:    

Ninguno de los grandes agentes de la comunicación humana puede ser considerado como una mera diversión sin trascendencia. Cuanto conserva  y transmite el tesoro de nuestras conquistas, materiales y espirituales, es factor de cultura, y la cultura es el aire que las sociedades respiran. Sin cultura no hay sociedad: sin sociedad no hay hombre.

 

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