
Fiberian Hufky
Ilustración por: Mario Guillén Ordoñez
Escrito por: Ariana Ferráez
Misteriosa en pleno día, la naturaleza no se deja quitar el velo
y lo que ella no muestra a tu espíritu no lo puedes
forzar tú con palancas y tornillos.
Goethe
Odiaba la forma en que se sentía, el metal rozándome los dedos. Miraba a través del marco de la ventana, al cielo grisáceo, y podía sentir la humedad entrando por los bordes. Recordaba con afecto aquellos días soleados en la playa con mis tíos. En esta casa ya no había rastro de calor ni había nadie más a excepción de Mefis; le gustaba posarse en mi pecho por las mañanas.
Volteé en dirección al escritorio de trabajo. La mesa estaba repleta de hojas de papel y sobres sin abrir desordenados, Mefis había hecho de las suyas. El desorden me molestaba. Lleno de un deseo casi enfermo, comencé: recoger, clasificar y ordenar. Repetí las mismas acciones hasta que la mesa de trabajo quedó como la noche anterior. Miré al reloj y vi que se me había acabado el día.
Mi estómago rugía, bajé por las escaleras en dirección a la cocina. Al abrir el frigorífico tomé un recipiente de plástico y un pedazo de pastel del día anterior, aún tenía el veintitrés de plástico pegado en la parte superior.
Me senté frente a la mesa de la cocina, pasé del recipiente y tomé un pedazo de pastel.
Una sensación rasposa y molesta recorría mi garganta. Caí al suelo, Mefis se dispuso sobre mi pecho y se lamió las patitas.