Tragedia no precisamente pesimista

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Alpie, Texturas del Sentido
Al Pie de la LetrMARIO GUILLEN

Michelito1

Ilustración por: Mario Guillén Ordoñez
Escrito por: Wilbert Osorno Villanueva

Esta historia empieza con un joven mezquino, con todas sus letras, caminando por las calles del centro hacia la parada del camión. Ese día (y como no es nada usual en este país), había una marcha por algún lugar indígena de nombre gracioso, nuestro protagonista no estaba impresionado, es más, siempre le habían parecido unos flojosbuenosparanada y unos entorpecedores del flujo vial. Sin embargo (y siempre hay un sin embargo), entre ese cúmulo de personas vio a una chava (y siempre hay una chava); sostenía la esquina de una manta con algún mensaje izquierdoso, tenía el cabello largo y castaño, una falda blanca de flores púrpuras, blusa sin mangas, sandalias, ojos hermosos y para finalizar, unas hermosas pecas. La vio desaparecer entre la gente, al grito de consignas y puños levantados. Nuestro joven siguió hacia su parada. Las cosas no fueron tan fáciles, pasaban los días y no podía dejar de pensar en ella: en las clases, en el camión, por la tarde, al dormir; tantos fueron sus deseos que terminó yendo a la primera marcha de la que se enteró. Ni rastro. Fue a la siguiente marcha y a la siguiente y a la siguiente y a la siguiente. Desde la lucha contra el maíz transgénico, los derechos jurídicos de las mascotas, pasando por el Queer parade, todos los trans-post-feminismos-progresivos-inversos y   la preservación de la vaquita marina. Como seguía sin noticia alguna de ella, comenzó a frecuentar las reuniones de todos los colectivos que había en la ciudad (ciclistas, feminazis, anarcopunks, neohippies, zoófilos) con la esperanza de encontrarla; sin saberlo terminó adentrándose en el mundo del activismo. Y así, una mañana, sin más, ya era un miembro activo a favor de un sin número de causas. Después de algún tiempo organizó su propio colectivo, que se encargaba de dar asesorías a los niños de un pueblo a las afueras de la ciudad. Tal vez un día (y sólo tal vez) vuelva a encontrarla, de nuevo sosteniendo alguna manta o un cartel, caminando por las calles, gritando que la lucha estudiantil camina (por América Latina), con sus hermosos ojos y hermosas pecas.

 

No. 22
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